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¿Qué debemos hacer ante las Traducciones Históricas de la Biblia?

Muchas veces me preguntan: ¿por qué defiendo las traducciones antiguas de la Biblia como la de Casiodoro de Reina al español o William Tyndale al inglés si tienen varios errores evidentes en la traducción y textos añadidos?

Lo hago no solo por el valor histórico que tienen estas traducciones, sino por el valor que tuvieron estos personajes de atreverse a desafiar su propia institución católica, para que la gente tuviera acceso a la Biblia en su propio idioma.

A pesar de los múltiples errores en estas traducciones, debido a la influencia que tenían sus traductores, por las creencias basadas en los dogmas católicos, veo la sinceridad y pasión en el trabajo que hicieron, a tal grado de exponer sus vidas a la muerte; y no cualquiera está dispuesto a morir por eso.

En el caso de Tyndale, él fue un sacerdote católico decidido a llevar a cabo la traducción de la Biblia al inglés. Trabajó con tanta diligencia que en 1524 presentó su manuscrito del Nuevo Testamento al impresor en Colonia. En secreto empezaron a hacer las placas para imprimir el libro. Pero un sacerdote llamado Cochlaeus, escuchó un rumor de que estaban por imprimir el Nuevo Testamento. Cochlaeus avisó a las autoridades quienes confiscaron las láminas antes de que pudieran imprimirlas. Tyndale recogió las láminas no confiscadas y huyó a Worms y allí en 1526 logró imprimir 3000 ejemplares del Nuevo Testamento.

Tyndale procedió a enviar a Inglaterra sus libros de forma clandestina, en cajas, barriles, paquetes de ropa, sacos de harina, y de cuantas maneras pudo. En mayo de 1526 llegaron los primeros ejemplares a Inglaterra. Unos meses después se distribuía en muchas partes. Cochlaeus había avisado al clero inglés y cuando se dieron cuenta de que estaban llegando los libros, pusieron guardas en todos los puertos para confiscarlos antes de que entraran al país. Muchos fueron descubiertos y quemados en una ceremonia solemne en St. Paul’s Cross en Londres. Pero a pesar de estas medidas, muchos llegaron a manos de la gente. Al ver que no lo podían impedir, Cuthbert Tonstal, obispo de Londres, pagó a un mercader amigo de Tyndale para que comprara el resto de los libros. Estos fueron destruidos pero el dinero recibido por las ventas sirvió para que Tyndale continuara imprimiendo. De 1527 a 1530 pudo imprimir 18.000 ejemplares. Hoy día sólo hay constancia de la existencia de dos ejemplares.

En mayo de 1535, Tyndale fue apresado por sus enemigos que procedieron a encerrarle en el castillo de Vilvoorde cerca de Amberes, Bélgica. Desde allí escribió al gobernador:

“Si tengo que permanecer aquí durante el invierno, que me haga el favor de pedirle al procurador que, si fuera tan amable de enviarme, de mis bienes que tiene en su posesión, una gorra más caliente, porque sufro extrema y constantemente de un catarro, que empeora por las condiciones de esta celda. También un abrigo más caliente, porque el que tengo es muy delgado, también un pedazo de tela para remendar mis polainas; mis camisas también están gastadas”

El 6 de octubre de 1536 lo sacaron de su celda para ejecutarlo. Lo amarraron a una estaca. Primero lo estrangularon y después quemaron su cuerpo.

Nuestro deber, no es condenar ni satanizar estas traducciones, sino ayudar a corregir los errores que presentan; si ellos hicieron una buena parte del trabajo, pues hagamos la otra parte que nos corresponde a nosotros, hallar los errores y corregirlos.