¿Por qué los judíos no ponen flores junto a una tumba, y en cambio dejan una piedra? Esta es una costumbre antigua, y al hacerlo, están agregando simbólicamente a la lápida, la construcción del monumento que honra a los difuntos.
Poner flores en una tumba no es su costumbre, pues las flores se marchitan y mueren, mientras las piedras permanecen sin cambios. Si bien las flores son un hermoso regalo para los vivos, no significan nada para los muertos.
Esto nos deja una valiosa enseñanza, pues tras la muerte, el cuerpo que es efímero y temporal, desaparece, y todo lo que queda es esa parte Eterna de la persona, su alma. El cuerpo, como una flor, florece y luego se desvanece, pero el alma, como una piedra sólida, vive para siempre.
En el mundo real, que es el lugar al que todos iremos después de la vida en esta tierra, lo que cuenta es lo que hicimos durante nuestro corto viaje por esta tierra. En realidad son los hechos del alma, no del cuerpo, los que quedan más allá de la tumba. El dinero que ganamos, las vacaciones que pasamos, la comida que comemos y los juegos que jugamos, son todas flores que morirán, pero nuestros actos permanecerán.
Así que, las buenas obras que hacemos conforme a la Toráh, el amor que mostramos a los demás, la luz que traemos al mundo, son piedras eternas que nunca mueren.