Janukáh en hebreo significa ‘Dedicación’, y aparece once veces en lo que muchos llaman “Antiguo Testamento”. La primera vez que aparece esta expresión es en (Números 7:10) en relación al Tabernáculo que el Eterno había ordenado a su profeta Moshéh hacer. Veamos:
Y los jerarcas presentaron también sus ofrendas durante la dedicación (janukáh) del altar, el día en que éste fue ungido, acercando ellos mismos sus víctimas ante el altar.
También la encontramos con relación al momento de consagración del altar cuando el Templo fue hecho por el rey Shelomóh en (2Crónicas 7:9). Veamos:
Al octavo día hicieron asamblea solemne, pues durante siete días habían hecho la dedicación (janukáh) del altar, y habían celebrado fiesta por siete días.
Como vemos, la expresión ‘janukáh’ se usaba en torno a la consagración del Templo. Por ejemplo, cuando el pueblo regresó del exilio en Babilonia a Yerushaláyim, y reconstruyeron la ciudad y el Templo, nuevamente hicieron ‘janukáh – dedicación’. Veamos lo que dice (Esdras 6:17):
Y en la dedicación (janukáh) de esta Casa de Dios, hicieron acercar cien becerros, doscientos carneros y cuatrocientos corderos; y doce machos cabríos como ofrenda por el pecado por todo Yisrael, según el número de las tribus de Yisrael.
Posteriormente se dio la invasión a Yerushaláyim por parte de Antioco IV Epífanes rey de Siria con la intensión de helenizar al pueblo judío, es decir que rindieran culto a los dioses griegos. Fue en el año 167 a.e.c cuando el rey sirio ordenó la construcción de un altar a Zeus en el Templo que había sido dedicado al Eterno YHWH y ordenó sacrificar cerdos en el altar del Templo y la Toráh fue declarada ilegal.
Pero un grupo de sacerdotes, celosos del Eterno Dios y su Toráh, iniciaron una revuelta contra aquella invasión que pretendía desviarlos del camino recto, encabezados por su padre Matityáh. A él y a sus hijos se les conocería como los ‘Makavim’ – ‘Macabeos’.
Fue precisamente el celo por la Toráh lo que llevó a estos valientes sacerdotes a enfrentarse al ejército más poderoso de su tiempo, lo cual resultó en una gran hazaña, que un pequeño grupo de hombres derrotaran a un inmenso ejército, sin lugar a duda fue un milagro y el Eterno Dios peleó por ellos. Así fue como en el año 164 a.e.c. habiendo vencido a las fuerzas ocupantes dedicaron nuevamente el Templo de Yerushaláyim al Eterno Dios, por eso hicieron ‘janukáh’ – ‘dedicación’.
Debido a esa gran hazaña, que les permitió recuperar el Templo y volver a enseñar la Toráh, se empezó a celebrar la fiesta civil nacional llamada ‘Janukáh’ cada año, en la que se rememoraba cómo estos valientes sacerdotes lucharon con su vida por recuperar el Templo y la Toráh, en pocas palabras, por recuperar su identidad, su vida.
Para el tiempo del Mesías Yeshúa esta celebración ya se conocía como la fiesta de ‘Janukáh’ – ‘Dedicación’ y el pueblo la celebrara no como una santa convocación sino como una fiesta civil tipo ‘Día de la Independencia’ pero por ocho días conforme a la costumbre de ocho días de dedicación del Templo. De hecho, en el Evangelio de Juan se da testimonio de ello:
Para entonces llegó la fiesta de la Dedicación (Janukáh), y en Yerushaláyim era invierno, pero Yeshúa se paseaba en el Templo, en el pórtico de Shelomóh. Entonces lo rodearon algunos yehudim, y le decían: ¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Dinos claramente si tú eres el Mesías. Yeshúa les respondió: Ya se los dije, pero ustedes no me creen. Las obras que Yo hago en el Nombre de mi Padre, éstas dan testimonio de Mí; pero ustedes no me creen, porque no son de mis ovejas. Mis ovejas son las que oyen mi voz, y me siguen, y Yo las conozco, y Yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. Y lo que mi Padre me ha dado es mayor que todo esto, y nadie puede arrebatarlo de la mano del Padre. Yo y el Padre somos Uno (Ejad – Unidad). Entonces aquellos yehudim tomaron piedras nuevamente con la intención de apedrearlo.
Juan 10:22-31
Lamentablemente para el tiempo del Mesías el Templo se encontraba bajo abominación, no por pueblos extranjeros, sino por la clase religiosa. Celebraban ‘Janukáh’, pero el templo estaba secuestrado por tradiciones de hombres. El mismo Mesías los acusó de aquello. Veamos lo que dice en Mateo:
Acercándose a Yeshúa unos perushim [fariseos] y soferim [escribas] de Yerushaláyim, le dijeron: ¿Por qué tus talmidim [discípulos] violan la tradición de los ancianos, pues no se lavan ritualmente las manos cuando comen pan? Él les respondió diciendo: ¿Y por qué ustedes violan el Mandamiento de Dios por causa de su tradición? Pues Dios dijo: Honra a padre y a madre. También: El que maldiga a padre o a madre, ciertamente morirá. Pero ustedes argumentan: Si alguien dice a su padre o a su madre: Todo aquello con que pudiera ayudarte es Korbán, de ningún modo tendrá que honrar a sus padres. Y de esa forma están invalidando la Palabra de Dios por causa de la tradición de ustedes. ¡Hipócritas! Correctamente profetizó de ustedes Yeshayáh [Isaías], cuando dijo: Este pueblo me honra de labios, pero su corazón está lejos de Mí. Por tanto, me adoran en vano, pues enseñan como doctrinas mandamientos de hombres.
Mateo 15:1-9
Poco a poco la fiesta civil de Janukáh fue perdiendo su sentido primario, y se empezó a celebrar con misticismo y mucha tradición religiosa. Cuando el misticismo judaico se hizo más evidente por medio de la Kabaláh hacia la edad media, se inventó que Janukáh debía celebrarse con una lámpara de nueve brazos, algo de lo que la Toráh no habla, pues la Toráh habla de una lámpara de siete brazos llamada Menoráh, pero no de una de nueve brazos a la que los místicos llamaron ‘Janukiya’. Y para ello inventaron una historia del supuesto milagro del aceite en Janukáh, en el que el aceite que solo debió durar un día duró ocho días, mientras se preparaba el nuevo aceite. Para el misticismo kabalístico el nueve es uno de los números de mayor importancia, que representa la victoria y el poder del hombre, por eso los nueve brazos.
Al adicionarle dos brazos a la lámpara de Siete Brazos (Menoráh) se le está aumentando a lo enseñado en la Toráh, yendo en contra de la advertencia hecha por Dios a través de su profeta Moshéh. Veamos lo que dice:
Y ahora, Yisrael, escuchen las Leyes y Decretos que les enseño para que los hagan, y tengan vida, y entren a tomar posesión de la tierra que YHWH, el Dios de sus padres, les da. Nada añadirán a la Palabra que yo les he ordenado, ni de Ella quitarán, para que guarden los Mandamientos de YHWH su Dios, tal como yo se los ordené.
Deuteronomio 4:1-2
Los Makavim lucharon por preservar la Toráh, y en honor a eso se estableció la fiesta de Janukáh, pero paradójicamente esta fiesta se viene celebrando desde hace muchos siglos con simbologías y mitos contrarios a la Toráh.
La fiesta de Janukáh en sí no es pagana, de hecho, es muy hermosa y tiene un significado muy profundo en lo espiritual, pero muchos la celebran, más motivados por las tradiciones místicas, que por querer vivir dedicados verdaderamente a la Toráh. Y lo más triste, es que para muchos que vienen del cristianismo, se convirtió en su fiesta predilecta porque vino a ser el reemplazo de la fiesta pagana de la Navidad, por eso se esfuerzan más en poner luces por toda su casa, que en vivir en la luz de la Toráh.
Recordemos que Janukáh no es una fiesta ordenada por la Toráh, por lo que, si no la celebras, no hay ningún problema. Pero, si decides celebrarla, hazlo con el propósito principal que tenía la fiesta, consagrar y dedicar nuestra vida como un altar al Eterno Dios y a su Toráh y no con elementos que no están en la Toráh, y combate así el paganismo.