En la Fiesta de Pésaj se acostumbraba a que el pueblo traía como ofrenda sus corderos, eran miles de corderos los que se traían para el tiempo de Yeshúa Mesías. Desde la mañana éstos empezaban a ser sacrificados hasta que en la hora novena (3:00 p.m.) se sacrificaba al cordero principal que había sido escogido por los sacerdotes en el cual no se había hallado ninguna falta o defecto.
Cuando el Sacerdote ofrecía el último cordero, aquel que había sido escogido, exclamaba: ¡Nishlam! Que en hebreo es ¡Consumado! ¡Terminado!
Luego se activaba un sistema hidráulico de aspersión de agua que había en el Templo, y se fundía con la sangre y el lugar empezaba a quedar limpio. Por los drenajes empezaba a fluir sangre y agua. La sangre y el agua representaban respectivamente que, la primera había sido derramada por causa de los pecados, y la segunda, el agua, se vertía para limpiar completamente la sangre que fue derramada por el pecado. Así el templo y el lugar de sacrificios quedaba completamente limpio, al igual que el pueblo por el cual se había presentado el sacrificio.
No por azar o casualidad en el Evangelio dice lo siguiente:
“Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice la verdad, para que ustedes también crean” (Juan 19:34-35).
En nuestro Mesías Yeshúa se cumple todo al pie de la letra. ¡Bendito el que viene en el Nombre de YHWH!